La actividad humana está afectando a todo el planeta, incluso las áreas más remotas, y ha modificado los ecosistemas, desde él más simple al más complejo. Nuestras acciones han transformado el mundo natural, creando a su vez nuevas posibilidades y grandes peligros para la civilización y para el equilibrio de la naturaleza. Hemos aprendido a extraer recursos para nuestro beneficio, pero no sabemos manejar los desechos resultantes.
El ingenio humano nos ha traído hasta el punto donde estamos hoy; ahora se trata de saber cómo podemos utilizar ese ingenio para garantizar el bienestar de los seres humanos y las generaciones venideras y al mismo tiempo proteger el entorno natural. La administración de los recursos del planeta para el bien de todos, también es una responsabilidad común; por lo que nos enfrentamos a decisiones importantes en todos los ámbitos, entre ellos la protección de valores fundamentales como el derecho a la vida,
a la salud y la dignidad humana, lo que hace preciso reflexionar con cuidado y urgencia, cuales son los elementos que garantizan estos derechos, de que dependen y cuál es la forma de conservarlos.
Aunque el ambiente se asocia a todos nuestros derechos como sociedad, y que su deterioro es nuestra mayor amenaza, las causas del daño ambiental radican en gran parte a las actividades económicas (producción agrícola, industrial y desarrollo ciudadano), enmarcadas en el consumo que sostiene al sistema y que está relacionado a un continuo desgaste energético, asociado a un incremento en la generación de desechos que establece una dinámica, en escala y patrón, de contaminación y agotamiento de los recursos naturales, que ahora causan alarma mundial. Por lo que a un observador desprevenido le puede parecer obvio que si hemos de enfrentar la crisis mundial, el sistema económico debe cambiar de forma coherente con las alternativas que se generan, de forma que la estabilidad ecosistémica este protegida.
Y aunque esto represente un gran costo a nivel económico, también debe representar una gran inversión dado que replanteará, no sólo el sistema económico, también a la humanidad, dado que permitirá un nuevo paradigma, una nueva perspectiva del orden de las cosas, donde los escenarios de sostenibilidad serán posibles desde las bases de la humanidad y el concepto de igualdad que este implica, de ahí el reto de la educación, como fuente integradora de la vida.
La población mundial de 7500 millones de habitantes, podría superar 8500 millones para el 2025; lo que representa un incremento en el consumo per cápita y una presión creciente sobre los recursos naturales, por el requerimiento de alimento, vivienda, educación y empleo, sumado al efecto del consumo masivo. Así, se considera que el incremento de la población se encuentra ante a una progresiva pauperización desde la Identidad y autonomía sobre el territorio, con prácticas que generan conflictos y problemas de orden ambiental, social, económico y político, que se expresa tanto a nivel local como global, tal es el caso de cambio climático.
A falta de otro tipo de relaciones entre el saber, el conocimiento y lo real, la sociedad bajo un paradigma simple, en el que se privilegia la explotación de la naturaleza como recurso, no ha tomado el paradigma complejo en el que la naturaleza es el eje estructurante de la planificación y la gestión, así que no se ha priorizado de forma real la función social y ecológica por encima de los intereses particulares, en este caso los sistemas productivos y sus derechos privados de explotación, por lo cual se requiere de la ruptura epistemológica y de la postura sociológica de donde se desprenden los principios conceptuales para pensar el ambiente como un potencial productivo y la racionalidad ambiental como la articulación de valores, significaciones y objetivos.
Así, para la formación de conciencia ambiental en nuestra sociedad es necesario el desarrollo de dos fundamentos, Educación Ambiental y Ética Ambiental; estos dos procesos en combinación hacen posible la inclusión de principios y valores morales en las conductas humanas, desde la identidad, la autodeterminación y la autoconfianza del individuo para conservar y mejorar las condiciones de vida, partiendo desde la calidad ambiental, con el fin de que el ser humano no se sienta independiente de la naturaleza, sino como parte integradora de la misma; como el único agente posible de reparar el gran daño ocasionado y posibilitar una alta calidad de vida en nuestra sociedad.
Como objetivo principal se tiene la formación de una conciencia ambiental en el ser humano, con valores y principios que permitan el respeto integridad y compromiso moral con la naturaleza y la vida. En este sentido, se requiere el reconocimiento e identidad con lo que buscamos conservar. No podemos hablar de conservar lo desconocido, tenemos que lograr que se enamoren de su entorno y así llegar a un cambio coyuntural en el actuar de los seres humanos. Debemos Contribuir en la construcción de una cultura participativa, tomando como base los principios de equidad. En este marco, la participación ciudadana debe tener en cuenta las particularidades de la región de manera diferenciada, de acuerdo con las diversidades culturales y los procesos históricos de las comunidades en los contextos donde ellas se ubican.
A través de este proceso se deben formar seres Bioambientales o Gestores Socio Ambientales, integrales, capaces de ser los multiplicadores de las diferentes temáticas abordadas, teniendo como brújula la Política Nacional, donde se implemente las buenas prácticas ambientales en el quehacer diario de un ser responsable consigo mismo y el ambiente.
Propiciar la inclusión de la Educación Ambiental como eje transversal, en todos los escenarios, atendiendo a las problemáticas ambientales del Recurso Hídrico, Biodiversidad, Salud y ambiente, Gestión Ambiental Urbana, Gestión de Residuos, Cambio Climático, Prevención de Desastres y Gestión del Riesgo, es una responsabilidad compartida de toda la humanidad; para lograr una formación integral y sistémica de ciudadanos para la producción limpia, y la construcción de una cultura ciudadana ética y responsable en el manejo sostenible del ambiente.
La educación ambiental debe garantizar que los seres humanos afiancen e incorporen en su vida conocimientos, actitudes, hábitos, valores que le permitan comprender y actuar en la conservación del ambiente, trabajar por la protección de todas las formas de vida y por el valor inherente de la biodiversidad biológica, étnica, cultural y social, puesto que las herramientas y realizaciones materiales no serán jamás un factor de cambios si no son las obras de conciencias liberadas del campo primitivo y limitado del poder del miedo y la violencia.
La Educación tendrá que ser reconocida y valorada como la estrategia fundamental de cambio. Podría posicionarse, entonces, La Educación Ambiental como un discurso crítico de la cultura y de la educación convencional, y como posibilitadora de transformaciones profundas de la realidad ambiental.
La mención de un nuevo Ciudadano o un Cambio Cultural no significa una ruptura radical con el pasado. Es urgente darle nueva vida a valores fundamentales en el contexto de una cosmovisión secular, para iniciar el camino de una reinvención colectiva de las formas de leer la realidad, de participar, de hacer la gestión, de organizar la planeación, de ejecutar las diversas actividades del desarrollo del país, y, en un contexto más general, de establecer relaciones no solo entre los individuos y los colectivos de una comunidad, sino de interactuar cualificadamente, con el sistema natural en el cual desarrollan su vida.
La participación aquí debe ser entendida como un proceso pedagógico, que permita no solo la comprensión de la democracia sino la construcción de una nueva sociedad donde todos entendamos que es a través del amor y el respeto que se logra estabilizar la vida en este bello planeta llamado tierra.
La participación es la que abre caminos que deberán ser construidos colectivamente desde la familia, la escuela, el trabajo, la calle, el barrio, el estado. En este contexto, la educación ambiental es una invitación a reinventar el papel de padres, maestros, alumnos, trabajadores, vecinos y funcionarios; a perfilar una ética de la convivencia y de la responsabilidad darle un nuevo sentido y significado a la vida colectiva de colombianos, con cultura de paz y convivencia esto debe gestarse con la participación equitativa de todos. Esto implica, por supuesto, un conocimiento de la realidad (entorno natural y sociocultural), que hace parte de su mundo y en la cual desarrollan su vida; razón por la cual, la idea de gestión y de un actuar responsable, son en últimas los únicos garantes de una Formación Ética para el manejo armónico y sostenible del sistema ambiental.
Fuentes: Maria Lucelly Ramírez G., Profesional Especializada, Corporación Autónoma Regional del Quindío- CRQ.